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 Caín y Abel: las dos líneas de sangre de los hijos de Eva

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Caín y Abel: las dos líneas de sangre de los hijos de Eva Empty
MensajeTema: Caín y Abel: las dos líneas de sangre de los hijos de Eva   Caín y Abel: las dos líneas de sangre de los hijos de Eva EmptyVie Mar 06, 2009 12:47 am

Regresando del jardín del Edén, tras provocar el pecado original en el paraíso, Lucifer acudió junto a Lilith para alardear de su hazaña. La mujer le escuchó atentamente mientras él le contaba lo sucedido y no le interrumpió en ningún momento. Realmente estaba impresionada con la actitud del bello y taciturno ángel caído, del que no sabía demasiado a decir verdad, ya que siempre permanecía lejos del resto de sus iguales, como si fuera diferente a los demás.

Pero en esos momentos Lilith no estaba muy dispuesta a que la impresionaran, ni entendía demasiado bien que pretendía el oscuro ángel contándole lo que había hecho ni el porqué de sus actos. Lilith tenía problemas más serios de los que preocuparse que intentar comprender a Lucifer. Los tres ángeles que envió el Creador a buscarla seguían matando a sus hijos por centenas, ya apenas quedaban unos pocos vivos, y como madre estaba desesperada por encontrar el modo de vencer al enemigo y proteger a sus retoños de semejante acto de injusticia y crueldad.

Así que decidió dar carpetazo a la conversación diciéndole a Lucifer que le parecía una excelente historia, pero que en estos momentos estaba demasiado ocupada en cosas más importantes. Lucifer se quedó enormemente sorprendido ante la indiferencia de la mujer, cosa que hizo crecer su deseo de poseerla en exclusiva. Realmente era un ser prodigioso esta Lilith. Así que se retiró a la oscuridad de la cueva y se dispuso a observarla para desentrañar el motivo de la inquietud de la dama. Al llegar la noche, como cada día, los tres ángeles descendieron y, tras una breve pero encarnizada escaramuza con Lilith lograron reducirla y, pese a sus gruñidos y maldiciones, exterminaron al resto de los hijos de la mujer.

Tras terminar con su misión, los tres ángeles se marcharon, no sin antes advertir a Lilith de que regresarían a por su descendencia de nuevo si volvía a procrear. Lilith se quedó sola y derrotada junto al cadáver de sus vástagos hasta la salida del sol, pero en ningún momento se derramaron lágrimas de sus ojos. En estos tan solo se podía leer un enorme odio y los deseos de venganza que anidaban en su corazón. Y bajo la luz del alba, era aun más hermosa. Lucifer la contempló oculto en las sombras de la cueva durante largo rato, admirado de la firmeza y decisión que había en la expresión de esa criatura desvalida a la que acababan de arrebatar todo, y que pese a ello se mantenía erguida y desafiante. Fue entonces cuando el propósito de Lucifer cambió. Decidió ayudar a esa criatura, ya no con el propósito de impresionarla y seducirla, sino simplemente porque comprendía cómo se sentía. Y es que en el fondo, ambos tenían mucho más en común de lo que había imaginado en un principio. Los dos formaban parte de las criaturas desechadas por el Creador. Y los dos habían sido desechados por el mismo motivo: creer que podían aspirar a ser iguales a Dios. Tras pensar detenidamente en como arruinar más a la pareja expulsada del Edén, se le ocurrió un plan.

Se escurrió sigilosamente de la cueva y fue en busca de Adán y Eva, encontrándolos muertos de frío y atribulados con las adversidades de la árida tierra a las afueras del paraíso donde ahora habían instalado su nuevo hogar. Lucifer esperó a que Adán, tras poner fin a una intensa discusión con su esposa sobre quien tenía la culpa de lo que les había ocurrido, saliera de la cueva donde se refugiaban ambos y se alejara aun furioso. Cuando estuvo seguro de que el hombre estaba lo suficientemente lejos, entró en la cueva y se acerco a la llorosa Eva, presentándose como Samael, otro de los expulsados por el Creador. Se aprovechó de la vulnerabilidad de la muchacha, consolándola por su perdida, alegrándose en su fuero interno de que Dios la hubiera hecho tan supinamente boba. Cuando logró calmar el llanto de la desgraciada hembra humana la distrajo de sus pesares despotricando con ácido humor sobre el Creador, logrando ganarse su confianza. Al final consiguió su propósito, que no era otro que seducirla y retozó alegremente con Eva, dejando en su interior su propia semilla sin que la ingenua humana lo supiera siquiera. Luego partió de nuevo para regresar a las orillas del Mar Rojo.

Cuando regresó Adán y se reconcilió con su arrepentida esposa, no se percató de la visita del extraño que acababa de dejar preñada a su mujer. Pasaron los meses y el embarazo se hizo patente al hincharse el vientre de Eva de un modo asombroso. Adán había visto procrear al resto de animales y se sintió sumamente gratificado al percatarse que su esposa iba a darle descendencia. Pero cuando esta dio a luz quedo muy claro que Adán no podía ser el padre. El recién nacido era tan hermoso y diferente a su supuesto padre como la luz lo es de la oscuridad. Adán se sintió herido por su perfecta presencia, pero aun así no hizo nada contra la criatura recién llegada al mundo al ver la expresión protectora y embelesada de Eva. Adán temía que si intentaba matar al bastardo, su esposa lo defendería a costa de su vida y que si lograba terminar con él Eva le abandonaría y le dejaría solo en este mundo hostil hasta el fin de sus días, como ya hizo en su momento su primera esposa. Así fue como Caín creció entre el incondicional afecto de su madre y la indiferencia, rozando el desprecio de Adán, completamente ajeno al secreto de su concepción.

Caín fue el primer Nephilim, aunque aun no existía una palabra para definir su especie. Mientras todo esto sucedía a las afueras del Edén, Lucifer por su parte, le mostró a Lilith lo que había hecho por ella, llevándola a espiar a la pareja y a su retoño. Lilith comprendió enseguida lo que el caído pretendía obsequiarle y no pudo dejar de sorprenderse y sentirse agradecida, aunque eso no le solucionaba el problema. Ella añoraba a sus hijos y pese a todo, envidió a la pareja. A ella le habían dejado muy claro que tantas veces como engendrara descendencia, Senoy, Sasenoy y Samangelof vendrían a destruirlos. Así que, de regreso al hogar junto a Lucifer, le contó lo que la atormentaba. Lucifer meditó sobre el asunto varios días, pensando en una nueva manera de torcer los designios divinos e decantar la balanza un poco más para igualar las cosas.

De nuevo emprendió un viaje hacia las tierras baldías e inhóspitas en que residía la familia de Adán y esperó a que este se marchara de caza para acercarse a Eva. Tras intercambiar los saludos de rigor y hablar un poco de nada en particular, Lucifer le explicó a Eva que había estado vigilándola, temeroso de cómo podía tomarse Adán el desliz de su esposa. Le mintió hábilmente, contándole que había observado como su esposo miraba a veces a Caín como si deseara hacerlo desaparecer y le explicó que tras darle muchas vueltas había encontrado una manera de que ella pudiera compensarle por la desilusión causada por su traición. Eva, muy agradecida, le aseguró que haría exactamente lo que acababa de proponerle Lucifer, y le vio partir de nuevo mientras daba gracias a Dios de que hubiera expulsado también a ese hombre tan bello y misterioso que se había convertido en su amigo y confidente.

Pasaron los meses y Eva dio a luz de nuevo, esta vez a un niño que era la viva estampa de Adán, llenándole de gozo como había predicho Lucifer en su visita. Adán se volcó en su nuevo hijo y las cosas parecieron equilibrarse. Caín adoraba a su hermano Abel por encima de todas las cosas y Abel crecía a su lado, sin que la superioridad genética de su hermano lo ensombreciera, ya que Caín siempre intentaba no resaltar en nada y le daba a este todo lo que pedía sin rechistar. Pero la naturaleza de un nephilim es extrema y apasionada. Con ello contaba Lucifer, que había planeado minuciosamente la reacción del Creador cuando se percatara de lo ocurrido.
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